jueves, 14 de febrero de 2008



SEXTO DISPARO

La criada llamo a la habitación. Con voz firme ella la indico que pasase y dejase el desayuno sobre la mesita. Ella complaciente sirvió el te y la dejo sola. Hacia un día esplendido pensó mientras saboreaba el primer sorbo de te, leyó las noticias y se dirigió al vestidor.

Busco en el fondo de aquel inmerso armario un vestido de noche negro y un par de zapatos de aguja.

Después de vestirse se miro al espejo, se encontraba extraña con un vestido así a esas horas de la mañana pero no podía esperar a la noche para ponérselo.

Pese a la fría mascara que relejaba su cara en el espejo reconoció que se sentía nerviosa. Mientras intentaba alejar esa idea de su mente recordó con nitidez fotográfica los hechos de la noche anterior.

Recordó el escalofrió que le recorrió la espalda cuando le vio, igual que hace diez años apenas cambiado, el mismo gesto, el mismo aire de misterio y ese aura que emanaba de el. Apenas la miro estaba demasiado borracho en eso tampoco había cambiado, aun sereno le hubiese resultado imposible reconocerla pues ella si era distinta, ya no era la chiquilla pecosa y delgada que aun debía habitar en algún olvidado rincón de su mente.

Se cambio de nuevo de ropa y dejo el vestido y los zapatos junto a la cama.

Cruzo el vestíbulo de la inmensa casa donde vivía y entro en el coche, al sentarse una arrugada mano le acaricio la rodilla y ella le miro.

-¿Pareces contenta esta mañana querida?

Ella le miro y sonrió.

Memorias de Mulechan Cáp.5

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